Salir a jugar es la tarea más importante que puede hacer un niño para convertirse en un adulto completo.

Belén Silván.

Los niños afianzan su autoestima a través de la socialización, si ésta supone una experiencia positiva adquieren confianza en si mismos y son más felices.

Nuestra responsabilidad es prestar atención a los comportamientos habituales del niño en su entorno social que pueden obstaculizar su desarrollo y favorecer la fobia social.

1. Auto-observarse o mirar al interior como una marioneta rota aumenta la ansiedad.

marioneta

Cuando un niño se siente amenazado por los demás aparece la ansiedad que se manifiesta con reacciones físicas (temblor, taquicardia, sudoración o por el contrario parálisis…) y pensamientos negativos ( “Me va a salir mal. Se reirán de mi. No soy simpático”…).

Ambas respuestas le guían a atender exclusivamente a su propia reacción y a intentar esconderla para que nadie lo note.

Observando el propio cuerpo y tratando de calmarlo se produce un efecto paradójico, es decir, al tratar de mitigarlo aumenta el nerviosismo, porque la respuesta ya se ha disparado fisiológicamente. En cambio si no nos resistimos y dejamos libre al cuerpo los síntomas se reducen naturalmente.

Además mientras el niño atiende a sus reacciones físicas queda restringida su visión a otros aspectos de la situación que le podría ayudar a relacionarse. Los pensamientos “estoy siendo el centro de atención” y/o sus sensaciones (sintiendo cómo se pone rojo) le impide concentrase y seguir una conversación o un juego.

El niño se contempla así mismo como si fuera un espectador externo y se evalúa como realizando un desempeño penoso.

De esta manera el niño con ansiedad está en desventaja, solo siente su miedo y no puede prestar atención a la información que proviene del grupo (tema de conversación, significado del chiste…), mostrándose ante los demás como ausente, tenso, raro.

Dejar de auto-observarse será un objetivo terapéutico clave, a través de técnicas psicológicas que consiguen bloquear este proceso.

2. Huir y esconderse reiteradamente mantiene la fobia social.

Gracias a haber huido de nuestros depredadores hemos conseguido sobrevivir, ante una amenaza a la integridad física la huida se convierte en la respuesta de elección para la supervivencia.

En cambio cuando la amenaza es psicológica, por ejemplo “tengo miedo a no caer bien”, evitar el intercambio social de manera repetida nos instala en la fobia y daña la autoestima.

¿Por qué ocurre? Porque evitar la situación en un primer momento es un alivio y hace más probable que no me exponga, produce una calma momentánea y la instalamos como una conducta de seguridad. Pero a medio y largo plazo las evitaciones nos dejan con una gran sensación de incapacidad.

El niño que evita por miedo o angustia no practica la socialización, el escaso contacto le condena a convertirte en un patoso social y a tener pensamientos negativos sobre si mismo.

La calma inicial que le produce evitar se convierte en su trampa, cada vez siente más ansiedad cuando tiene que exponerse, y aparece con más antelación.

Cuando se ha instaurado la fobia social nunca hay que obligar a un niño a exponerse, la ayuda psicológica se hace imprescindible para darle las armas que necesita para entrar en batalla.

3. Las precauciones o los escudos que protegen alimentan la fobia social.

escudo

Otra forma de alimentar la fobia social es exponerse a situaciones sociales pero tomando precauciones.

Tomar alguna precaución en la vida está bien, sólo cuando se llevan al extremo y están asociadas a valoraciones negativas nos empezarán a limitar la vida.

Algunas personas con fobia social cuando se sienten obligadas a exponerse porque no tienen más remedio, usan precauciones que no sólo alimentan su ansiedad, sino que mantienen los pensamientos negativos. Por ejemplo si la persona teme que le vean sudar, llevará ropa ligera, o no se quitará la chaqueta, o beberá bebidas frías.

Si por ejemplo un niño tímido no quiere llamar la atención de su grupo se sentará en la ultima fila o al lado de una persona con la que se siente seguro, cerca de la puerta por si tiene que irse, no mantendrá el contacto ocular, no vestirá llamativo etc. Y de igual manera esas precauciones mantendrán los pensamientos distorsionados acerca de si mismo.

¿Por qué se refuerzan las creencias negativas?

• Que no ocurra lo temido se atribuye a que ha evitado o a que ha usado esa precaución. Y no es atribuido al hecho de que el resultado que teme es improbable. Por tanto aumentará la creencia de que la situación es peligrosa y se mantendrán las precauciones.

• Actuando como si la amenaza fuera cierta, es decir tomando precauciones, estoy validando la creencia de que debo temer la situación social. Mi cuerpo se tensará y mi conducta será esquiva, lo cual lo reflejaré al grupo haciendo más probable que ocurra lo que temo. He lanzado una profecía que se cumple.

Las precauciones son muy peligrosas porque disfrazan la fobia social, el niño que va con su hermano pequeño a todas partes porque no se atreve a jugar sólo con los demás, parece adaptado hasta que se le exige ser más autónomo y notamos los temores.

Un objetivo terapéutico será conseguir que el niño coja aversión a estas conductas de seguridad, para que no las utilice como tabla de salvación cada vez que sienta miedo.

4. Pedir ayuda cuando no se puede evitar mantiene la fobia social.

El niño tímido o con ansiedad social suele pedir ayuda como estrategia para relacionarse o sino evita la situación. Pedir ayuda y recibirla hace sentir al niño que le queremos, pero le estamos dando un doble mensaje que es muy dañino para su autoestima: “te ayudo porque tú no eres capaz de hacerlo solo”.

Por eso un ambiente sobreprotector con unos padres que ante la mínima dificultad del niño van en su auxilio no facilitarán que se vayan haciendo autónomos y crearán niños inseguros o patosos socialmente hablando. Padres hiperprotectores: fábrica de hijos incapaces.

Esto no significa que no debemos ayudar a nuestro hijo, pero lo que no debemos hacer es las cosas por él. Podemos animarle y guiarle en su camino: “yo te miro, haber como lo haces”.

La autonomía del niño debe forjarse paso a paso bajo la mirada atenta de los padres, sin intervenir demasiado y animando al niño a lograr pequeños objetivos a través del ensayo-error. Solo así ira desarrollando la representación de si mismo como niño seguro, cuyo error es necesario para aprender.

Un niño que experimenta mucha ansiedad social no es capaz de dejar de pedir ayuda, por ello no hay que castigarle ni regañarle hasta que aprenda las estrategias y se convierta en un niño valiente.

La terapia psicológica puede realizarse de manera directa enseñando al niño estrategias para afrontar sus miedos para que deje de pedir ayuda.

Con niños pequeños con problemas se usa la Terapia Indirecta, en la que los padres van a consulta y se convierten en co-terapeutas del psicólogo, está indicado para padres con niños pequeños que sería contraproducente que vinieran a terapia y para evitar estigmatizaciones.

 

La infancia tiene sus propias maneras de ver, pensar y sentir; nada hay más insensato que pretender sustituirlas por las nuestras.

Jean Jacques Rousseau.

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Belén Silván Oró

Belén Silván Oró. Licenciada en Psicología. Colegiada nª M-12091.
Especialista en Terapia Breve Estratégica. Especialista en Intervención en Ansiedad y Estrés. Especialista en Clínica y Psicoterapia Psicoanalítica. Experta en Hipnosis Ericksoniana. Experta en Neuropsicología Clínica y en Rehabilitación Neuropsicológica del Deterioro Cognitivo.

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