Trastornos sexuales
No existe salvaguardia contra el sentido natural de la atracción. A.C. Swinburne.
La sexualidad es un área importante junto con otras necesidades como la alimentación o el apego.
Los trastornos de la sexualidad nos impiden vivir una vida plena y satisfactoria, generan mucha ansiedad y sufrimiento y en ocasiones se sufre en silencio hasta que se pide ayuda profesional. En otros casos el problema sexual, compartido con la pareja, genera mucha frustración y problemas en la relación.
En todos los trastornos sexuales hay que descartar el componte físico u orgánico, pero normalmente es el factor psicológico y la manera de gestionar el problema la causa de su persistencia.
Generalmente otras terapias psicológicas que se centran en un entrenamiento conductual sexual fracasan porque en el intento de controlar las propias reacciones o de buscar placer prescindiendo del componente instintivo, la persona se coloca en una paradoja, el esfuerzo consciente de intentar ser espontáneo produce su opuesto.
Por tanto, no se trabaja sobre el ser conscientes sino que se emplean estratagemas terapéuticas paradójicas. La Terapia Breve Estratégica se muestra muy eficaz y tiene tratamientos específicos para reconducir la sexualidad a su completa naturalidad en pocas sesiones, aplicando métodos fruto de la investigación-intervención de miles de casos resueltos.
La falta de deseo.
Es la ausencia de fantasías sexuales y del deseo de tener relaciones sexuales.
Puede ser consecuencia de estar tomando medicación, o por consumo de drogas, por estar deprimido o por estar sufriendo un proceso de duelo, luto. También puede ser causa de haber sufrido un trauma sexual.
Normalmente la persona trata de sentir placer y su esfuerzo voluntario de provocar una sensación que es natural o espontánea lo anula, se evitan las relaciones y la pareja frecuentemente tratar de “descongelar” a su pareja sin éxito hasta que se convierte la relación sexual en algo carente de placer y el tema frecuente de conversación.
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La magia de reencontrar la pasión. La disminución del deseo sexual en la pareja.
Fobia a la penetración.
La mujer que sufre esta fobia padece una aversión y evita el contacto sexual genital con la pareja. Puede estar asociada a un trastorno postraumático, en el caso de una violación, o a un trastorno fóbico, por ejemplo en una chica sin ninguna experiencia sexual dominada por fuertes creencias religiosas o mitos de ser dañada en la primera relación.
Se manifiesta una ansiedad aguda e insoportable con la sola idea de la penetración, produciendo tal tensión muscular en las paredes vaginales que las convierte en un muro impenetrable. Se tienden a evitar los contactos sexuales y las exploraciones ginecológicas, y si se tiene pareja la mujer se concentra solo en los preliminares y aunque recibe y da placer tiene la sensación de estar incompleta, o se esfuerza y aguanta el dolor pero la penetración no es completa.
La exigencia insistente y acusatoria de la pareja solo hace aumentar la tensión y alimenta el trastorno.
Insuficiencia eréctil.
Comúnmente llamada impotencia, consiste en la incapacidad persistente o recurrente para obtener o mantener una erección apropiada hasta el final de la actividad sexual, en ausencia de patología orgánica o consumo de sustancias o alcohol.
En algunos hombres esta incapacidad se manifiesta desde el inicio de la relación, siendo imposible mantener una erección firme para tener una relación sexual satisfactoria; y en otros casos se pierde al pasar del juego erótico a la penetración o durante la misma. Normalmente se es capaz de mantener una erección durante la masturbación o al despertar.
Los hombres que padecen este problema suelen buscar información sobre las mejores posturas y se esfuerzan tanto en tener la erección o en durar más que la anulan. Además es frecuente el consumo de medicamentos como la Viagra en cada contacto sexual, generando una dependencia psicológica y una pérdida de confianza en uno mismo.
Anorgasmia.
Es la ausencia o retraso persistente o recurrente del orgasmo tras una fase de excitación sexual normal. Es una de las disfunciones más frecuentes en la mujer, puede estar causada por falta de información, inadecuada educación sexual, falta de complementariedad con la pareja.
Según estadísticas del 50 al 75% de las mujeres no llegan nunca al orgasmo durante el coito, solo lo consiguen mediante estimulación del clítoris, por lo que será esencial enseñar a ellas y a la pareja como estimularlo durante la penetración.
La anorgasmia también es frecuente en mujeres con un deseo insatisfecho de maternidad y se produce porque la actividad sexual está orientada a procrear y se elimina todo registro de placer.
Como en otros trastornos sexuales, la búsqueda de placer y la obsesión de llegar al orgasmo conduce a su anulación generando un fuerte nivel de ansiedad y en algunos casos el placer puede estructurarse a través de sensaciones fuertes mediante prácticas violentas o peligrosas.
Eyaculación precoz.
En el trastorno del orgasmo en el varón se produce una excitación rápida y una eyaculación involuntaria ante la mínima estimulación sexual, previa o inmediata a la penetración, con o sin realización de movimientos, por lo que se interrumpe el coito y la mujer no llega al orgasmo.
Es importante tener en cuenta para su diagnóstico la edad de la persona, la novedad de la pareja sexual, la situación y la reciente frecuencia del acto sexual. La disfunción debe causar gran malestar y dificultades interpersonales.
Es frecuente intentar extender la fase de excitación, relajarse o tomar ciertos medicamentos como antidepresivos que retrasan la eyaculación, pero estas soluciones intentadas, más que resolver, alimentan el problema.
Vaginismo.
Son contracciones involuntarias de la musculatura del tercio externo de la vagina cuando se inicia la penetración, que provoca malestar o dolor durante la relación hasta impedir la penetración.
Puede estar asociado o no a la fobia a la penetración. La mujer normalmente trata de relajarse y cambiar de postura pero los espasmos cierran el conducto vaginal siendo el coito dificultoso.
La ansiedad de prestación.
Es el miedo en el hombre a no tener un desempeño sexual adecuado.
Suele aparecer tras haber tenido algún antecedente de disfunción eréctil, por lo que la persona inicia a obsesionarse con la posibilidad de fallar de nuevo. Su ansiedad y el esfuerzo en tener una erección inhibe la reacción fisiológica generando un nuevo fracaso, instaurando un circulo vicioso en el que se evita cualquier encuentro sexual o se afronta pero con tal nivel de ansiedad que puede ocasionar ataques de pánico.