La mayoría de nosotros somos conscientes del papel que juegan las ilusiones en el logro de nuestros objetivos. El primer paso para conseguir algo es proyectar mentalmente nuestros deseos, fantasear que puedo conseguirlos. Aquí intervine nuestra creatividad.
Nuestras ilusiones nos anticipan un éxito, nos sitúan mentalmente en el objetivo logrado dándonos el impulso necesario para ponerlo en práctica. Nuestras ilusiones son expectativas positivas sobre nosotros mismos, sobre los demás y sobre el mundo que nos inducen a actuar.
Nuestras expectativas construyen el presente, independientemente de nuestras capacidades. Si no espero nada no conseguiré mis objetivos por muy preparado que esté. En cambio si mis expectativas son altas lucharé con más fuerza aunque no tenga tantos conocimientos.
El miedo al fracaso
Pero en este camino podemos encontrar un obstáculo, el miedo al fracaso, que se manifiesta de diferentes formas. Podemos anular nuestros deseos antes de proyectarlos, viviendo una vida reprimida y sin emoción en la que nos conformamos con menos. O podemos tener proyectos y en nuestro intento por llevarlos a término nos quedamos estancados, paralizados por los primeros fracasos o bloqueados por el miedo a fallar de nuevo, vencidos por una primera dificultad buscamos la protección de nuestros allegados y asumimos una actitud pasiva o de víctima.
Si por el contrario elijo un desafío asumo una posición de afirmación y autoconfianza que ubica las acciones en el futuro. Un reto hace que se desplieguen los recursos que tenemos, asumimos por tanto una actitud activa identificándonos con la creencia de que “es posible que lo logre”, aumentando nuestras posibilidades.
El miedo a fracasar forma parte de la condición humana, anticipar las consecuencias negativas de una acción nos prepara para su superación, pero una mente en alerta constante que interpreta cualquier cambio futuro como peligroso mina la confianza en nosotros mismos porque nos impide experimentar el éxito o el fracaso. Ambas experiencias si sabemos manejarlas correctamente nos pueden fortalecer, nos ayudan a crecer y refuerzan nuestra estima.
La confianza y la experiencia
La confianza es un sentimiento ganado y aprendido en la experiencia y en el intercambio con los demás. El historiador, psicólogo y filósofo francés Michael Foucault añadía que las raíces de la confianza en la personalidad son profundas y su solidez se logra a través de confirmaciones y re-confirmaciones cotidianas, acumulativas e invisibles.
La actitud de desafío significa movilizarse para el cambio, y la capacidad de imaginarse más allá del problema nos puede ayudar en éste propósito, nos puede abrir a un mundo de nuevas sensaciones. ¿Quiere probarlo?
Póngase en esta situación mental cada mañana: imagínese que por arte de magia sus dificultades hubieran desaparecido y que hoy se sintiera con fuerzas, sin miedo… ¿qué es lo que haría?, ¿a dónde iría?, ¿con quién lo compartiría si hubiera superado sus dificultades?
Hágase esta pregunta cada mañana y anote todas sus respuestas. Elija la acción más pequeña que pueda realizar si estuviera bien, la que menos le cueste y póngala en práctica. Una cada día, la más pequeña.
John Weakland, padre de la Psicoterapia Breve y Familiar decía que:
Cada cosa conduce a una cosa, que conduce a otra cosa, si te concentras en hacer la mas pequeña y después la sucesiva y sigues así, habrás hecho grandes cosas habiendo hecho solo pequeñas cosas.
Los cambios
Realizar pequeños pasos es experimentar, es movilizarse, es avanzar, es ganar confianza en si mismo, es construir, en definitiva cambiar. Con esta pregunta aparentemente sencilla me transporto en un hipotético futuro en el que me imagino libre de mi hándicap, libre de mis ataduras. Todo ello es posible gracias a nuestra creatividad, a esa capacidad innata de fantasear sin barreras que crea una nueva visión de las cosas.
¡Que planeta tan raro! -pensó entonces-. Es seco, puntiagudo y salado. Y los hombres no tienen imaginación. Repiten lo que se les dice… En mi casa tenía una flor: era siempre la primera en hablar…
Antoine de Saint-Exupéry. El principito.
Belén Silván Oró. Licenciada en Psicología. Colegiada nª M-12091.
Especialista en Terapia Breve Estratégica. Especialista en Intervención en Ansiedad y Estrés. Especialista en Clínica y Psicoterapia Psicoanalítica. Experta en Hipnosis Ericksoniana. Experta en Neuropsicología Clínica y en Rehabilitación Neuropsicológica del Deterioro Cognitivo.