Se lo dedico a las personas que se buscan a si mismas, y especialmente a mis amigas del Camino de Santiago: Rocío, Almudena y Nuria.
Me crucé con miradas limpias, miradas curiosas, miradas relajadas, miradas tristes. Me crucé con desconocidos que sonreían mientras observaba el reflejo del cansancio en su cara, o el dolor en sus miembros o en su alma, pero el intercambio de palabras era mutuo: “Buen Camino”.
Realizar el Camino de Santiago es una experiencia personal con significado espiritual, es un reto, una promesa que nos invita a compartir. Lo importante no es el número de kilómetros por hora recorridos, sino la calidad de los encuentros a lo largo del camino.
Si abrimos nuestros sentidos mientras caminamos podemos dejar de competir con nosotros mismos y con los demás, y lograr una actitud más auténtica.
El sentido de la vista: “Observar”
Durante el Camino anduve con mirada curiosa por parajes desconocidos, siguiendo las señales que indicaban el camino a Santiago de Compostela.
Observar lo que nos rodea puede convertirse en una experiencia muy placentera. Para ello hay que mirar con atención los diferentes tonos de verdes, marrones, azules, amarillos etc. que forman parte del paisaje mientras caminamos.
Disfruta observando los detalles y su globalidad, deja que se liberen emociones positivas.
De esta manera, podemos grabar en nuestra piel las sensaciones que nos producen los paisajes que visitamos y las personas con las que compartimos el camino. Si esas sensaciones son agradables, simplemente podemos disfrutar del momento, sonriendo para recordarlo y evocarlo más tarde.
No tengas prisa en llegar a tu destino, disfruta del instante en que te encuentras con otro peregrino, vive el contacto visual y el saludo como un regalo. Si te paras a hablar o relajas el paso llegarás más tarde a tu destino, pero harás más auténtico tu camino.
Hacía tiempo que no experimentaba el saludar a desconocidos, tuve una sensación gratificante y vinieron a mi memoria los momentos en los cuáles lo hacía espontáneamente. Afortunadamente saludar al desconocido sigue siendo habitual en los pueblos, pero para quien vive en una capital, es una costumbre enterrada.
El sentido del oído: “Escuchar activamente”
Caminar acompañado y en silencio puede llegar a ser incómodo para algunas personas, pero cuando logras relajarte se convierte en algo muy placentero y puede ser un buen momento para reflexionar, sabiendo que en cualquier momento puedes compartir tus pensamientos con el otro.
No es necesario llenar el espacio de conversaciones o “hablar por hablar”, sino que hay que dar valor a las pausas o momentos de silencio, relajando los músculos, disfrutando del paisaje y escuchando los sonidos de tu alrededor.
Escucha tu respiración, escucha tus propios pasos, los pasos de los demás, escucha el aire rozando las hojas de los árboles, la lluvia chocando contra el suelo, escucha las voces a lo lejos.
Si tu compañero habla durante el trayecto, escucha lo que dice sin juzgarle, sin interrumpirle, las mejores conversaciones son aquellas en las que te dan espacio para hablar.
El sentido del tacto: “Tocar y sentirte acompañado”
Somos seres sociales, necesitamos para un buen equilibrio emocional, establecer vínculos con los demás desde la infancia y a lo largo de nuestra vida.
Sentirse acompañado es una emoción básica, nos da felicidad, seguridad y tranquilidad, alivia tensiones y angustias, y nos hace sentir conectados a nuestros objetivos.
Piensa en un objetivo que te hayas marcado, ¿no crees que siempre hay una parte social en tu meta?, ya sea porque involucras a otras personas o por el simple reconocimiento que deseas de los demás cuando lo logres.
Durante el camino a Santiago anduve sola y acompañada, pero mis mejores momentos fueron al caminar junto con otras personas.
Caminar acompañada me dio la posibilidad de compartir momentos en silencio, de comentar una inquietud o un recuerdo con el que conecté mientras andaba. Me dio la oportunidad de poder tocar a los demás, escuchar su punto de vista y comprender sus sentimientos.
El acompañamiento te invita a compartir y es rehabilitador cuando la persona esta sufriendo o siente angustia, es una forma de comunicarse mediante la presencia, el contacto visual, el tacto, sin necesidad de la palabra.
El sentido del olfato y el gusto: “Oler y saborear”
Es frecuente que un olor o sabor nos traiga un recuerdo positivo o negativo, eso es debido a que ha quedado asociado a un evento significativo.
Por ejemplo, el olor a leña me lleva a mi infancia, me hace experimentar de nuevo la felicidad de la familia frente a la chimenea. El sabor de la leche me recuerda estar indispuesta y me hace experimentar desagrado.
Es muy agradable caminar fijando la mirada en el horizonte y respirando profundamente, ¿qué olores distingues?: lavanda, menta, hierba mojada, estiércol… ¿a dónde te llevan esos olores? ¿qué recuerdos te vienen? ¿deseas compartirlos mientras caminas?
Por unos instantes déjate envolver por los olores y disfruta de su aroma, porque es la mejor manera de crear asociaciones positivas. La próxima vez que los huelas, los aromas te transportarán a ese paisaje y sentirás bienestar al instante.
Saborea la comida con los ojos cerrados, mastica despacio y disfruta de las sensaciones. ¿Te viene a la mente algún recuerdo? Acuérdate que comer es un placer y es un acto social que nos aporta bienestar.
El estrés y la incapacidad de disfrutar del presente y de los demás
El estrés mantenido nos provoca un estado continuo de alerta, tanto a nivel físico como mental, desplaza la atención a nuestras sensaciones fisiológicas, impidiendo centrarnos en los detalles y en las personas que nos rodean.
Las prisas y el estrés anulan nuestra capacidad de disfrutar de nuestros 5 sentidos. Seamos conscientes de ellos en nuestro día a día, tratando de desarrollar el sentido más debilitado para vivir cada momento con más intensidad.
La búsqueda de uno mismo implica apartarse de los demás en un primer momento, para luego acercarse y así compartir el camino con aquéllos que, de igual manera, se buscan a si mismos.
La felicidad sólo es real cuando es compartida.
“Hacia rutas salvajes, 2007”
Belén Silván Oró. Licenciada en Psicología. Colegiada nª M-12091.
Especialista en Terapia Breve Estratégica. Especialista en Intervención en Ansiedad y Estrés. Especialista en Clínica y Psicoterapia Psicoanalítica. Experta en Hipnosis Ericksoniana. Experta en Neuropsicología Clínica y en Rehabilitación Neuropsicológica del Deterioro Cognitivo.