La felicidad humana generalmente no se logra con grandes golpes de suerte, que pueden ocurrir pocas veces, sino con pequeñas cosas que ocurren todos los días.
Benjamin Franklin.

El suicidio y los intentos de suicidio representan un problema muy grave de salud. Para el propio sujeto puede significar la única vía de salida que vislumbra para acabar con su sufrimiento; para los familiares, sobre todo para los padres, el suicidio consumado es el inicio de una tortura de la que difícilmente se recuperan.

Aparentemente el suicidio es la solución más permanente para dejar de sufrir ante un intenso dolor del que no se ve salida. Puede ser el resultado de una planificación o de un acto impulsivo pero el común denominador es la idea de que con este acto el protagonista se librará del dolor y que sus seres queridos descansarán de sus problemas.

El reto de los psicólogos es ayudar a los familiares a detectar y prevenir la conducta suicida en toda la población y no sólo en personas que han sido diagnosticadas de algún trastorno mental o que han pasado por la consulta del médico. El objetivo es que los familiares puedan advertir las señales de alerta verbales y no verbales de la posible conducta suicida.

La primera manera de avanzar en el conocimiento del suicidio es dejar de considerarlo como un tabú o una conducta moralmente inaceptable, prohibida y castigada, y considerarlo como cualquier otro problema de salud que no debe ser escondido, del que se puede hablar sin sentir vergüenza, para detectar e idear estrategias de prevención, en definitiva obtener armas para controlarlo y erradicarlo.

boca-tapada

El miedo es uno de los factores que alimentan que el suicidio sea un tabú, porque supone como principal estrategia la evitación, que significa literalmente ponerse una venda en los ojos dejándonos ciegos frente a los posibles signos de sufrimiento de un familiar. En algunas familias sólo hay cabida para las emociones positivas y se castigan con la indiferencia o el castigo cualquier expresión de tristeza por parte de sus miembros, lo cual si se ejerce de manera sistemática y rígida produce mucho malestar.

En segundo lugar es necesario conocer los mitos o creencias erróneas sobre la persona que tiene ideas de suicidio:

Mito 1. Preguntar a una persona si está pensando en suicidarse puede incitarle a hacerlo.

Normalmente el miedo nos impide hacer esta pregunta, pero está demostrado que hablar sobre estos pensamientos disminuye el riesgo de cometer el suicidio porque preguntar a un familiar sobre sus emociones y pensamientos le hará sentir que nos importa, y con su respuesta estará verbalizando su malestar y podrá aliviar su tensión.

La actitud del familiar debe ser escuchar, no juzgar, ni discutir o minimizar sus ideas, lo que le indicará que nos preocupa y que queremos ayudarle.

Mito 2. La persona que expresa su deseo de acabar con su vida nunca lo hará.

La mayoría de las personas que se han intentado suicidar lo han comunicado a alguien, o bien con palabras, amenazas, gestos o cambios en su conducta. Estas verbalizaciones hay que tomarlas en serio, no deben ser consideradas como una manipulación para obtener algo determinado.

Mito 3. La persona que se quiere suicidar no lo dice.

La evidencia es que 9 de cada 10 personas que se suicidan declaran sus intenciones, dando avisos evidentes de su intenciones. Si alguien de nuestra familia amenaza con autolesionarse debemos tomarnos en serio sus palabras y preguntarle por ello.

Mito 4. El suicidio es impulsivo y la mayoría de los suicidas no avisa.

El suicidio puede realizarse impulsivamente o planificarse cuidadosamente, pero siempre existen signos directos o indirectos, verbales o no verbales, pistas de riesgo. Podemos hacer algo para prevenirlo, por ello es importante detectar las señales de alerta de riesgo inminente y conocer los factores que aumentan o disminuyen su aparición.

Mito 5. Sólo las personas con problemas graves se suicidan.

Para cada persona su problema es el más importante aunque a nosotros nos parezca mínimo. El suicidio es multicausal, ciertos acontecimientos pueden ser estresantes para una persona y no lo serán para otra, por ejemplo el nacimiento de un hijo puede desencadenar sentimientos de alegría o de profunda incapacidad de afrontamiento.

Valorar desde nuestra visión, lo que para otros puede ser grave o menos grave, puede llevar a que infravaloremos su dolor.

Aprendamos a identificar las señales de alerta sobre la presencia de pensamientos de suicidio.

 
Las señales de alerta verbales y no verbales nos pueden indicar que alguien está pensando en suicidarse, podemos poner los siguientes ejemplos:

• Comentarios y verbalizaciones negativas sobre si mismo o su vida: “No valgo para nada, “Soy un inútil”, “Mi vida no tiene sentido”, “Estoy cansado de luchar”, “Toda mi vida ha sido inútil”…

Muestran una visión de túnel, viendo sólo los aspectos negativos, están centrados en sus errores y fracasos, obviando las cosas que han hecho bien y generalizando a todas las situaciones de su vida.

• Comentarios y verbalizaciones negativas sobre el daño que están haciendo a sus familiares: “Estarías mejor sin mi”, “Soy una carga para los demás”, “No tengo derecho a hacerte daño”…

Una creencia muy frecuente que tiene la persona con ideas de suicidio es el convencimiento de que producen sufrimiento directo a sus familias y por lo tanto estarían mejor sin él, por lo que es muy importante hacerles ver que sobre todo su muerte es lo que les va a destrozar la vida.

• Comentarios o verbalizaciones negativos sobre su futuro: “No hay solución”, “Quiero terminar con todo”, “Las cosas no van a mejorar nunca”…

La persona que piensa en acabar con su vida esta centrada en su sufrimiento convencida que su vida va a mantenerse sin cambios, siente que el presente lleno de angustia es el mismo futuro.

• Comentarios o verbalizaciones relacionados con el acto suicida o la muerte: “Me gustaría desaparecer”, “Quiero descansar”, “No deseo seguir viviendo”, “Me pregunto como seria la vida si estuviese muerto”, “Quiero quitarme la vida pero no se cómo”, “Después de pensar mucho ya se como quitarme del medio”, “No merece la pena seguir viviendo”.

• Despedidas verbales o escritas: “Quiero que sepas que en todo este tiempo me has ayudado mucho”, “Te quiero muchísimo y siempre te querré”…

• Perdida de interés por aficiones, obligaciones, por el trabajo, la familia y la apariencia personal.

• Cambios repentinos de conducta: como irritabilidad, ingesta de alcohol en cantidades superiores a las habituales y con una frecuencia inusual; o periodos de calma repentinos cuando previamente ha presentado mucha agitación.

• Aparición de laceraciones recientes en alguna parte del cuerpo.

• Regalar objetos muy personales, preciados y queridos.

• Cerrar asuntos pendientes.

• Preparación de documentos para cuando uno no esté (testamento, seguro de vida etc.)

En sucesivos capítulos abordaremos los factores de riesgo y de protección frente al suicidio, y las estrategias de actuación.

Si sospecha que su familiar se encuentra en una situación de riesgo suicida no le deje sólo y póngalo en contacto con los servicios de salud mental, el médico y el psicólogo son los especialistas indicados para ayudarle.

 

Transmite palabras de dolor. El dolor que no habla cierra el corazón sobreexcitado y le hace romperse.
William Shakespeare.

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Belén Silván Oró

Belén Silván Oró. Licenciada en Psicología. Colegiada nª M-12091.
Especialista en Terapia Breve Estratégica. Especialista en Intervención en Ansiedad y Estrés. Especialista en Clínica y Psicoterapia Psicoanalítica. Experta en Hipnosis Ericksoniana. Experta en Neuropsicología Clínica y en Rehabilitación Neuropsicológica del Deterioro Cognitivo.

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