La ansiedad anticipatoria está muy presente en nuestra sociedad caracterizada por las prisas y la necesidad de tener el control de los acontecimientos.

Desdichado el que duerme en el mañana.

Hesíodo.

¿Podemos desaprender o dejar de tener ansiedad anticipatoria asociada a ciertas circunstancias? ¿qué podemos hacer cuando existe una sintomatología física muy elevada cada vez que tenemos un evento programado?

La vida se caracteriza por una sucesión de citas previas ciertamente planificadas. Me levanto a una hora determinada para ir a trabajar, me preparo para ir a mi cita con el médico, tengo que salir del trabajo para recoger al niño en el colegio, voy a clase de tenis los martes a las siete. Viene el profesor particular de inglés todos los días a la misma hora, y así podríamos seguir hasta hacer un listado más o menos largo de nuestras actividades.

El ritmo de vida

Nuestro ritmo de vida actual requiere conciliar nuestra vida personal, ya sea pareja, hijos, padres ancianos, con la vida laboral y lidiar con las responsabilidades que de ambas se derivan. Lo cual implica organizarnos y planificar, eso sí con cierta flexibilidad porque toda regla debe incluir la excepción.

Los planes deben de poder adaptarse a las circunstancias personales por las que atravesamos, las normas se deben poder quebrantar en ciertas circunstancias porque sino se convierten en reglas rígidas y nos arriesgamos a abandonar la flexibilidad tan necesaria para adaptarnos a los cambios.

En algunos casos severos de ansiedad una persona pueden manifestar una sintomatología física escandalosa como puede ser sufrir fuertes arcadas y ganas de vomitar en el mismo momento en que se acerca su cita programada, lo cual le impide desempeñar lo que tiene que hacer con normalidad o se retrasa hasta que se encuentra bien.

El miedo y la vergüenza a ser visto con esos síntomas de ansiedad que ocurren justo antes de haber quedado con alguien impulsan al aislamiento.

La ansiedad cuando aparece en situaciones que son predecibles gesta una inquietud mental, un miedo anticipatorio a la hora de realizar cualquier evento programado que funciona como una profecía que se autorealiza.

Nuestras expectativas

Nuestras expectativas influencian nuestro comportamiento, lo que esperamos de las personas y de las situaciones moviliza los acontecimientos. Si se anuncia la posibilidad de escasez de gasolina se acaba en las gasolineras en pocas horas, porque el miedo a quedarse sin ella hace que vayamos a repostar, transformando una posibilidad en una certeza.

Si se espera de un niño que se porte mal y se le hace saber, él tenderá a asumir en la interacción con los demás este papel. No importa que las predicciones sean falsas o verdaderas, el simple hecho de pronunciarlas modifica el futuro (Watzlawick, 1979).

La ansiedad anticipatoria está presente en la mayoría de los trastornos de ansiedad y se manifiesta con síntomas físicos, pensamientos negativos y conductas de protección y/o evitación por parte de la persona antes de realizar una tarea o exponerse a una situación.

La ansiedad anticipatoria puede ser una sensación y convertirse en una creencia más o menos estable sobre un futuro inminente desastroso, una profecía, y comportándose como si esa creencia fuese cierta se hace más probable.

Si creo que me encontraré mal actuaré en consecuencia me protegeré, el miedo se alimenta por los rodeos que damos o la evitación reiterada de lo que produce temor. Es decir mis expectativas fabrican el resultado, lo que en principio produce alivio instantáneo como puede ser huir de la situación para no experimentar los síntomas, al rato se convierte en un hándicap porque llevo encima todas las heridas de las batallas que he evitado (Fernando Pessoa).

Las precauciones alimentan la ansiedad anticipatoria

Las precauciones que tomo como reacción defensiva al miedo, serán el segundo ingrediente que alimenta la ansiedad. Son las muletas que utilizo para amortiguar los posibles obstáculos, por ejemplo llevar una botella de agua siempre encima por si me mareo, tener las pastillas por si me entra ansiedad, llegar con excesiva antelación a una cita, sentarme cerca de la puerta de salida en el restaurante etc.

En resumen, actuar como si fuera a ocurrir un peligro me predispone y aumenta la probabilidad de que ocurra. Pero no es tan sencillo como decir: entonces pensaré en positivo. Cuando la persona esta deprimida o ansiosa y ya ha entrado en el circulo vicioso del miedo y la evitación, tratar de pensar en positivo no funciona, esta estrategia sólo sirve para quien se encuentra bien. De hecho los psicólogos usamos una técnica que se basa en la lógica de la paradoja que consiste en pensar en cómo empeorar en vez de mejorar, porque si quiero enderezar una cosa debo pensar en todos los modos posibles de retorcerla aún más, tratando de pensar en cómo empeorar me vendrán ideas de mejorar.

La ansiedad no tiene sólo una cara sino muchas. La persona que sufre de ansiedad, además de su comportamiento actual que alimenta su malestar, tiene una historia y una manera de interpretar y gestionar sus experiencias. En algunos casos puede haber detrás un trauma no superado o una situación estresante actual. Sea cual sea su caso el Psicólogo es el especialista más adecuado para intervenir en su problema.

Si descubrimos y mejoramos nuestros puntos fuertes, estos terminan por vencer nuestras debilidades.

B. Lee.

 
*Puede interesarle leer el libro de Paul Watzlawick: ¿Es real la realidad?: confusión, desinformación-comunicación. (1979).
 

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Belén Silván Oró

Belén Silván Oró. Licenciada en Psicología. Colegiada nª M-12091.
Especialista en Terapia Breve Estratégica. Especialista en Intervención en Ansiedad y Estrés. Especialista en Clínica y Psicoterapia Psicoanalítica. Experta en Hipnosis Ericksoniana. Experta en Neuropsicología Clínica y en Rehabilitación Neuropsicológica del Deterioro Cognitivo.

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